Si te preguntaran ¿cómo es tu "pareja ideal"?, probablemente responderías con una lista completa de cualidades y requisitos que debe tener esa persona para ser digna de tu atención; tal vez pienses en: "una persona alta, guapa, de buen cuerpo, con dinero, exitosa, con sentido del humor, que no se enoje, que te cuide, proteja, provea; que te cele, pero no de manera invasiva, sino en su justa medida, para que sepas que realmente le interesas y le importas..." y un largo etcétera que cada quien considera que debe tener "esa persona especial, el o la indicada".
Esperamos encontrar a esa pareja ideal, por azar, por suerte, por fortuna, por destino o por mandatos divinos. Y así, muchos van por la vida, buscando y esperando encontrar, eso que llaman su "media naranja".
Pero, ¿cuántas veces nos preguntamos, qué podemos o tenemos para dar nosotros?
Pocas veces o nunca nos cuestionamos: "¿Qué tengo yo para dar?", "¿Soy realista y congruente con lo que exijo o espero de una potencial pareja?", "¿He conseguido para mí todas las expectativas que deposito en otro?", "He trabajado en mis carencias?"
Cuando hago estas preguntas en terapia, los pacientes suelen quedarse callados, pensando, tratando de justificar que sí pueden ofrecer todo eso que demandan; instantes después cuando ya lo han analizado, reflexionan que hay muchos aspectos que ellos no han conseguido trabajar en sí mismos.
Por ejemplo, áreas de oportunidad o lo que algunos llaman, "debilidades" afectivas, económicas, cognitivas; el no cubrir ni priorizar las propias necesidades (físicas, psicológicas, emocionales); lo cual en muchas ocasiones, lleva a elegir/aferrarse a una persona en la que vemos todo eso tan maravilloso que hemos idealizado, y es cuando depositamos todas las ilusiones y esperanzas en esa relación, en esa persona en concreto, porque "seguramente nunca más vamos a encontrar a otra igual en el mundo".
Esto suena lógico, ya que cada persona es única y tiene una individualidad que la caracteriza, no obstante, cuando la elección de pareja se hace desde las carencias, dejamos de ver a una persona y la convertimos en un objeto que cubre una necesidad (miedo a la soledad, dependencia emocional; recibir protección, cuidado, apoyo económico, inclusive, tener a alguien a quien culpar o responsabilizar por nuestros actos).
Por eso, lo recomendable, es que cuando tomemos la decisión de entablar una relación, hayamos trabajado en nuestras carencias, aprendido a cubrir y priorizar nuestras necesidades, y a trabajar en nuestros ideales de manera realista; para que una pareja signifique sana compañía por convicción, y no por necesidad u obligación.
Fuente: Carrillo Monagas, B. (2017). Como ser yo una buena pareja. Caracas, Venezuela: Ficción Breve Libros
O’Hanlon, B., & Hudson, P. (1997). Amor es amar cada día: cómo mejorar la relación de pareja tomando decisiones positivas. Paidos Iberica Ediciones S A.
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