Literalmente, adolescencia (latín, ad: a/hacia y olescere/olere: crecer) significa condición o proceso de crecimiento. El término se aplica específicamente al período de la vida comprendida entre la pubertad y el desarrollo completo del cuerpo. El crecimiento y modificaciones de su cuerpo al llegar a la pubertad imponen al adolescente un cambio de rol frente al exterior. Esta exigencia es vivida como una invasión a su personalidad, pues aunque no quiera, se le demanda como si fuera un adulto, y esto por lo general, lo conduce a mantenerse en actitudes infantiles.
La característica de la adolescencia, es que el infante, quiera o no, se ve obligado a crecer, y en este proceso aparecerán primero sus cambios corporales y más tarde, sus capacidades y afectos. Es muy frecuente que en esta etapa, se muestren muy maduros en algunos aspectos, pero paradójicamente, inmaduros en otros. Esto surge por un juego de defensas frente al nuevo rol y el cambio, que es vivido como una irrupción incontrolable de un nuevo esquema que modifica su posición en la sociedad y lo obliga a buscar nuevas pautas de convivencia. Lo que ha aprendido como niño o niña, en su adaptación social, ya no le sirve para el mundo externo, por lo que el adolescente realizará una reestructuración de toda su persona.
Durante esta transformación, el adolescente atraviesa desequilibrios e inestabilidad extremas, lo que puede llevar a sus padres y a otros adultos a su alrededor, a etiquetar lo que piensa, dice y hace como "malo"; percibiendo el padre o madre que su hijo o hija, han dejado de comportarse como niños "buenos y obedientes", para "volverse rebeldes y malagradecidos", lo que conduce a los padres a experimentar frustración ante la total e inminente pérdida de control de sus hijos.
En esta transición, podemos encontrar algo que la psicoanalista argentina Arminda Aberastury (1910-1972), investigadora y autora de varios libros en relación a la niñez y la adolescencia, denomina como el "síndrome de la adolescencia normal", que es "perturbador para el adulto, pero absolutamente necesario para el adolescente, ya que en este proceso va a establecer su identidad, objetivo fundamental de ese momento vital".
Anna Freud (hija de Sigmund Freud, psicoanalista austriaca, 1895-1982), quien centró su investigación en psicología infantil, menciona en sus estudios que es muy difícil señalar el límite entre lo normal y lo patológico en la adolescencia, y considera a toda la conmoción de este período, como normal, señalando inclusive, que lo "anormal" sería encontrar un equilibrio estable durante el proceso.
El adolescente atraviesa por diferentes duelos en esta etapa, el duelo por su cuerpo infantil, el duelo por el rol y su identidad como niño, y el duelo por el refugio y protección que le daban en la infancia; esta situación se ve complicada por la actitud de los padres, quienes a su vez, también están atravesando otros duelos, la aceptación de su envejecimiento y el hecho de que sus hijos dejan de ser esos niños que dependían completamente de ellos.
Estos duelos, basados en las relaciones interpersonales y las interacciones con su medio (que en algún punto se deben abandonar), el adolescente los experimenta como verdaderas pérdidas de personalidad; por lo que en ocasiones, adquieren características del duelo patológico, presentándose entonces, esa inestabilidad representativa de esta etapa, que podemos identificar como el mencionado "síndrome de la adolescencia normal".
El adolescente se presentará como varios personajes, ante los padres y otras personas, mostrando versiones totalmente contradictorias sobre su ideología, bondad, capacidad, afectividad, comportamiento y aspecto físico; en un intento de adaptación que le permita accionar en el exterior.
El mundo de los adultos no acepta estas fluctuaciones imprevistas del adolescente, ya que evoca en los padres ansiedades básicas que habían logrado controlar hasta cierto punto. La sociedad, inclusive, propicia el problema con la juventud, ya que contempla que en esta etapa se adquieren las peculiaridades de "lo malo, lo incorrecto y lo indebido", creyendo erróneamente, que deben ser castigadas con agresión.
La severidad y la violencia con que a veces se pretende reprimir a los jóvenes sólo engendra un distanciamiento mayor y una agravación de los conflictos, esto resulta más, en que los adolescentes se pongan en "pie de lucha", frente a esa posición marginal de un mundo que los coarta y reprime.
El desprecio que el adolescente muestra frente a los adultos es una defensa ante la desidealización de las figuras parentales, que le permite eludir la depresión que impone el desprendimiento de su niñez, pudiéndolo sumir en un profundo desamparo. Esta marginación, puede llevarlo a la psicopatía, a la actividad delictiva, o a negar tanto su capacidad de integrarse a la sociedad como a la posibilidad de llegar a una adultez positiva y creadora.
Cuando el joven se encuentre equipado de un sistema de valores adquiridos mediante la crítica constructiva, desarrollará una madurez efectiva e intelectual que le permita su entrada en el mundo adulto, transformando su constante enfrentamiento en una ideología que cuestione y confronte la de su medio de manera proactiva, encontrando una respuesta a las dificultades y desórdenes de la vida; y su posición dejará de estar acompañada por la exigencia de sometimiento.
Sintetizando las características de la adolescencia, podemos describir la “sintomatología” que integraría este síndrome, en los puntos siguientes:
1) Búsqueda de sí y de la propia identidad
2) Tendencia grupal
3) Necesidad de intelectualizar y fantasear
4) Crisis religiosas
5) Desubicación temporal
6) Evolución sexual
7) Actitud social reivindicadora con tendencias asociales o antisociales de diversa intensidad
8) Contradicciones sucesivas en todas las manifestaciones de la conducta
9) Separación progresiva de los padres
10) Constantes fluctuaciones del humor y del estado de ánimo
El problema de los "adolescentes difíciles" es el reflejo de una sociedad incomprensiva y hostil, que ve amenazadas sus tradiciones, normas, y costumbres establecidas; coartando tajantemente todas las intenciones de cambio. Tomando una postura rígida ante nuevas perspectivas de crecimiento activo, provenientes de jóvenes que quieren influir y trascender sobre el mundo, conforme a las necesidades de su generación y sus inherentes transformaciones.
Fuente: Aberastury, A., & Knobel, M. (1984). La adolescencia normal. Ediciones Paidos Iberica.
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